Lidiar con el faltante de cabello

Mucha gente me escribe contando sus padecimientos por el hecho de no tener cabello, de perderlo a causa de la TTM. Es difícil explicarles que esa situación no es tan grave como parece, cuando no logran tener una vida social, cuando no han conseguido trabajo o una pareja por mucho tiempo o cuando no salen a la calle por este motivo.
Por eso, para que esto sea más claro, voy a utilizar un ejemplo concreto y veraz: 
Conozco dos mujeres, son hermanas y comparten el mismo problema: se les cae el pelo desde la adolescencia. Esto le ocurrió a su abuela, a su madre y ahora a ellas, ya que es hereditario.
Ambas tienen muy poco pelo, lo que se les cae no vuelve a crecer o crece débil. Con angustia, han ocultado el faltante de cabello mediante peinados, extensiones (en los casos que se pueda), tintura y otras estrategias, que nunca llegan a ser cien por ciento efectivas. 
A pesar de esta alopecia hereditaria, las hermanas no han tenido dificultades para conseguir trabajo, pareja, amigos o vida social en general. Esto tiene que ver con que, cuando alguien pregunta, ellas explican el motivo del faltante y, por supuesto, la gente entiende que no es algo voluntario, que es algo que no se puede evitar; con lo cual no se han sentido incómodas al hablarlo ni han sufrido discriminación alguna, ni exclusión.
La situación de estas dos hermanas no sería muy diferente de la de una persona con TTM, a excepción de que en un caso es arrancado y en el otro no. Lo más importante es que en ninguno de los casos, la calvicie se está eligiendo. 
En ambos casos no hay cabello y en ambos casos no es por elección. ¿por qué no se puede adoptar una postura similar a la de estas hermanas, a la hora de explicárselo a los demás? Y no sólo explicárselo a familiares y allegados, sino también a todos aquellos que desconocen su existencia y que en algún momento, es probable que se encuentren con alguien que la tiene.
Como miembros de esta comunidad, debemos adoptar la bandera del “no elijo hacer esto” e izarla cada vez que alguien pregunte. Es la manera más efectiva de terminar con el estigma, que muchas veces comenzamos nosotros mismos. El punto final al prejuicio es tarea nuestra. 



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