Que se conozca la Tricotilomanía - Por: Lupita Pilloni
Durante la semana de concientización compartimos este cartel, entre tantos otros:
La frase puede no decir nada, o esconder todo un mundo complejo de sensaciones, referidas a como cada uno de nosotros, los tricotilómanos nos paramos ante esta afirmación.
Luego de dicha semana, un miembro de la comunidad de "Tricotilomanía - Argentina" se contactó para expresarnos lo que surgió del planteo y el cuestionamiento de dónde se posicionaba a sí misma. Ella es Lupita Pilloni.
Así fue como realizó este escrito que hoy compartimos:
Que se conozca la Tricotilomanía
Hace un par de días en el trabajo alguien contó que cuando iba en la secundaria tuvo una compañera que se arrancaba las pestañas y se quedó sin éstas porque no le volvieron a salir. Sus compañeros se burlaban e incluso le pusieron un apodo. Pienso que esa niña pude haber sido yo y por eso escribo estas líneas.
Es mucha la culpa y vergüenza que siente una niña que arranca sus pestañas, cejas y/o el cabello para, además, ser el blanco de burla debido a un comportamiento que no puede evitar ni entender. Si a esto agregamos regaños o reproches por parte de los adultos, es muy triste porque tiene que enfrentarlo sola. Durante la infancia no se tiene mucha conciencia de la estética, pero sí de que algo no está bien y eso causa mucha angustia, aunque no se pueda explicar. En la pubertad y adolescencia atravesar esto es muy duro.
Pero la burla, los reproches y regaños pueden evitarse si las personas alrededor saben que arrancar el pelo ―pestañas, cejas y/o cabello― es una enfermedad llamada tricotilomanía, cuyas causas se desconocen, y para la cual hay tratamientos que permiten controlarla. Cura no hay aún y se caracteriza por ser recidivante. Suele comenzar en la infancia. Al parecer, es más frecuente en mujeres y puede relacionarse con otros trastornos como ansiedad y depresión.
La culpa y la vergüenza me parece que se deben en gran parte a la mirada de los demás. El hacer algo que nos hace daño es reprobado por la sociedad. Cuando, por desconocimiento, pensamos que eso que estamos haciendo podríamos evitarlo si tuviéramos suficiente fuerza de voluntad la culpa es enorme y la vergüenza no se diga.
Además, la percepción que las personas tienen de nosotros se forma a partir de nuestra imagen, por lo que cualquier rasgo que se salga de lo “normal”, es mal visto. Los seres humanos generalizamos y, de una peculiaridad en nuestros semejantes, hacemos juicios a partir de los cuales los aceptamos o rechazamos. El cabello, las pestañas y las cejas son fundamentales en esa imagen que proyectamos a los demás, porque lo primero que se ve es nuestro rostro. Por lo tanto, resulta muy vergonzoso exponernos a las miradas de los otros con calvas en nuestra cabeza, con cada vez menos pestañas o menos cejas, sobre todo teniendo conciencia de que fue producto del propio comportamiento.
Sepan, pues, que las personas que tenemos tricotilomanía no arrancamos nuestro pelo para hacernos daño ni porque seamos débiles en nuestra voluntad. Tampoco lo hacemos para llamar la atención ni causar lástima. De hecho, cada día nos proponemos no hacerlo más y creamos nuestras propias estrategias para evitarlo. Además, nos esforzamos en ocultarlo.
Sin embargo, al no depender de nuestra voluntad, muchas veces nos frustramos y nos sentimos anormales, como locos o “bichos raros”, con lo cual se deteriora nuestra autoestima. Asimismo, a veces es difícil lograr que sus consecuencias pasen desapercibidas para los demás. Algunas personas, como aquella niña, se quedan sin pestañas, por ejemplo, ¿cómo ocultar eso? También hay quienes, en definitiva, necesitan utilizar pelucas o ponerse pañuelos en la cabeza. A veces, es suficiente llevar algún peinado en particular, pero siempre con el riesgo de que un movimiento o el viento descubran ante los ojos de quienes nos rodean que hay partes de nuestra cabeza donde falta cabello.
De esta manera, vivimos una lucha diaria con nosotros y con la posibilidad de que nos descubran y ello sea motivo de burlas y rechazo. Con frecuencia, esta lucha implica una forma de autorrechazo, pues nos castigamos, culpamos y reprochamos al vernos incapaces de contener la necesidad que sentimos de arrancar nuestro pelo. Al ocultarnos, limitamos nuestra libertad de expresarnos y mostrarnos como somos.
De aquella niña sus compañeros se burlaban. Quién sabe si sus papás y maestros la regañaban o ridiculizaban. Quién sabe si la llevaron a una terapia psicológica y su psicólogo se escandalizó y también la regañó. He leído varios casos de personas que fueron juzgadas por el psicólogo o psiquiatra que las atendía. Personalmente, la primera vez que intenté iniciar una terapia, la psicóloga me desaprobó y cuestionó por qué lo hacía: ¿por qué te haces daño?, fue más o menos la pregunta. Por supuesto, no volví. En ese entonces aún no sabía que ese comportamiento era una enfermedad con un nombre.
Así, muchas personas hemos vivido en silencio esta enfermedad. Yo comencé como a los 8 años. Me arrancaba las pestañas. Cuentan que de pequeña las tenía muy grandes y bonitas. Por eso pienso que yo pude ser esa niña. Aunque me crecieron de nuevo, no quedaron igual. Entre los 9 y 10 años dejé de arrancar mis pestañas y comencé a arrancar mi cabello. Pasaron más de veinte años sin entender el porqué de mi comportamiento, creyendo que había algo muy mal en mí, ignorando que miles de personas en el mundo vivían lo mismo que yo y hasta peor en muchos casos.
Hoy no puedo decir que el conocer en qué consiste esta enfermedad y haber estado en terapia me ha liberado por completo del sentimiento de culpa y la vergüenza. Muestra de ello es que, al escuchar el caso de aquella niña y ver las expresiones de extrañeza en las personas que estaban presentes, no fui capaz de decir algo así como “ella tenía tricotilomanía y es una enfermedad más común de lo que creemos” porque sentí que al decirlo me expondría, aunque no les hablara de mi caso, y exponerme significaría aceptar cualquier reacción derivada del desconocimiento. No me sentí preparada para eso.
Por lo anterior, quiero decirles que si conocen a alguien que arranca su pelo, piensen que ese comportamiento es una enfermedad y, como tal, no eligió tenerla; no lo hace para hacerse daño, llamar la atención ni tampoco dar lástima. Sencillamente tiene la necesidad de hacerlo y es algo doloroso y triste por sus consecuencias, pero puede ser más llevadero si se acepta a sí mismo/a y siente la aceptación de quienes se encuentran su alrededor.
Si se trata de una persona cercana, pueden brindarle su apoyo haciéndole sentir que no está sola. A una niña, niño o adolescente no le den regaños ni castigos, mejor busquen apoyo profesional. He leído que mientras más pronto se trata la tricotilomanía hay mejores pronósticos para su tratamiento, supongo que como en el caso de cualquier otra enfermedad. Si es una persona adulta, acompáñenla, escúchenla si lo desea y respeten su silencio si no se siente preparada hablar. Si no es una persona cercana, sólo por empatía, eviten la burla y la crítica. En ningún caso juzguen, por favor.
Si tú que lees estas líneas arrancas tu pelo, piensa que tienes la fortuna de vivir en una época donde estos medios nos permiten comunicarnos con personas que padecen lo mismo. Piensa, pues, que no estás sola o solo. Quizá por el momento no puedas hablar de lo que te sucede con tus padres, amigos, hermanos, maestros, etcétera, y tampoco conoces personalmente a alguien que tenga la misma necesidad que tú de arrancar su pelo. Pero internet abre un mundo de posibilidades para empezar a hablar y compartir con personas que te comprendan y no te juzguen. Imagina cuántas personas en los siglos pasados padecieron tricotilomanía y murieron después de sufrirla toda una vida en silencio, sin saber que otras tantas padecían lo mismo. También ten presente que la tricotilomanía sólo es una parte de ti y eres mucho más que eso, reconoce tus cualidades y atrévete a mostrarlas al mundo.
La frase puede no decir nada, o esconder todo un mundo complejo de sensaciones, referidas a como cada uno de nosotros, los tricotilómanos nos paramos ante esta afirmación.
Luego de dicha semana, un miembro de la comunidad de "Tricotilomanía - Argentina" se contactó para expresarnos lo que surgió del planteo y el cuestionamiento de dónde se posicionaba a sí misma. Ella es Lupita Pilloni.
Así fue como realizó este escrito que hoy compartimos:
Que se conozca la Tricotilomanía
Hace un par de días en el trabajo alguien contó que cuando iba en la secundaria tuvo una compañera que se arrancaba las pestañas y se quedó sin éstas porque no le volvieron a salir. Sus compañeros se burlaban e incluso le pusieron un apodo. Pienso que esa niña pude haber sido yo y por eso escribo estas líneas.
Es mucha la culpa y vergüenza que siente una niña que arranca sus pestañas, cejas y/o el cabello para, además, ser el blanco de burla debido a un comportamiento que no puede evitar ni entender. Si a esto agregamos regaños o reproches por parte de los adultos, es muy triste porque tiene que enfrentarlo sola. Durante la infancia no se tiene mucha conciencia de la estética, pero sí de que algo no está bien y eso causa mucha angustia, aunque no se pueda explicar. En la pubertad y adolescencia atravesar esto es muy duro.
Pero la burla, los reproches y regaños pueden evitarse si las personas alrededor saben que arrancar el pelo ―pestañas, cejas y/o cabello― es una enfermedad llamada tricotilomanía, cuyas causas se desconocen, y para la cual hay tratamientos que permiten controlarla. Cura no hay aún y se caracteriza por ser recidivante. Suele comenzar en la infancia. Al parecer, es más frecuente en mujeres y puede relacionarse con otros trastornos como ansiedad y depresión.
La culpa y la vergüenza me parece que se deben en gran parte a la mirada de los demás. El hacer algo que nos hace daño es reprobado por la sociedad. Cuando, por desconocimiento, pensamos que eso que estamos haciendo podríamos evitarlo si tuviéramos suficiente fuerza de voluntad la culpa es enorme y la vergüenza no se diga.
Además, la percepción que las personas tienen de nosotros se forma a partir de nuestra imagen, por lo que cualquier rasgo que se salga de lo “normal”, es mal visto. Los seres humanos generalizamos y, de una peculiaridad en nuestros semejantes, hacemos juicios a partir de los cuales los aceptamos o rechazamos. El cabello, las pestañas y las cejas son fundamentales en esa imagen que proyectamos a los demás, porque lo primero que se ve es nuestro rostro. Por lo tanto, resulta muy vergonzoso exponernos a las miradas de los otros con calvas en nuestra cabeza, con cada vez menos pestañas o menos cejas, sobre todo teniendo conciencia de que fue producto del propio comportamiento.
Sepan, pues, que las personas que tenemos tricotilomanía no arrancamos nuestro pelo para hacernos daño ni porque seamos débiles en nuestra voluntad. Tampoco lo hacemos para llamar la atención ni causar lástima. De hecho, cada día nos proponemos no hacerlo más y creamos nuestras propias estrategias para evitarlo. Además, nos esforzamos en ocultarlo.
Sin embargo, al no depender de nuestra voluntad, muchas veces nos frustramos y nos sentimos anormales, como locos o “bichos raros”, con lo cual se deteriora nuestra autoestima. Asimismo, a veces es difícil lograr que sus consecuencias pasen desapercibidas para los demás. Algunas personas, como aquella niña, se quedan sin pestañas, por ejemplo, ¿cómo ocultar eso? También hay quienes, en definitiva, necesitan utilizar pelucas o ponerse pañuelos en la cabeza. A veces, es suficiente llevar algún peinado en particular, pero siempre con el riesgo de que un movimiento o el viento descubran ante los ojos de quienes nos rodean que hay partes de nuestra cabeza donde falta cabello.
De esta manera, vivimos una lucha diaria con nosotros y con la posibilidad de que nos descubran y ello sea motivo de burlas y rechazo. Con frecuencia, esta lucha implica una forma de autorrechazo, pues nos castigamos, culpamos y reprochamos al vernos incapaces de contener la necesidad que sentimos de arrancar nuestro pelo. Al ocultarnos, limitamos nuestra libertad de expresarnos y mostrarnos como somos.
De aquella niña sus compañeros se burlaban. Quién sabe si sus papás y maestros la regañaban o ridiculizaban. Quién sabe si la llevaron a una terapia psicológica y su psicólogo se escandalizó y también la regañó. He leído varios casos de personas que fueron juzgadas por el psicólogo o psiquiatra que las atendía. Personalmente, la primera vez que intenté iniciar una terapia, la psicóloga me desaprobó y cuestionó por qué lo hacía: ¿por qué te haces daño?, fue más o menos la pregunta. Por supuesto, no volví. En ese entonces aún no sabía que ese comportamiento era una enfermedad con un nombre.
Así, muchas personas hemos vivido en silencio esta enfermedad. Yo comencé como a los 8 años. Me arrancaba las pestañas. Cuentan que de pequeña las tenía muy grandes y bonitas. Por eso pienso que yo pude ser esa niña. Aunque me crecieron de nuevo, no quedaron igual. Entre los 9 y 10 años dejé de arrancar mis pestañas y comencé a arrancar mi cabello. Pasaron más de veinte años sin entender el porqué de mi comportamiento, creyendo que había algo muy mal en mí, ignorando que miles de personas en el mundo vivían lo mismo que yo y hasta peor en muchos casos.
Hoy no puedo decir que el conocer en qué consiste esta enfermedad y haber estado en terapia me ha liberado por completo del sentimiento de culpa y la vergüenza. Muestra de ello es que, al escuchar el caso de aquella niña y ver las expresiones de extrañeza en las personas que estaban presentes, no fui capaz de decir algo así como “ella tenía tricotilomanía y es una enfermedad más común de lo que creemos” porque sentí que al decirlo me expondría, aunque no les hablara de mi caso, y exponerme significaría aceptar cualquier reacción derivada del desconocimiento. No me sentí preparada para eso.
Por lo anterior, quiero decirles que si conocen a alguien que arranca su pelo, piensen que ese comportamiento es una enfermedad y, como tal, no eligió tenerla; no lo hace para hacerse daño, llamar la atención ni tampoco dar lástima. Sencillamente tiene la necesidad de hacerlo y es algo doloroso y triste por sus consecuencias, pero puede ser más llevadero si se acepta a sí mismo/a y siente la aceptación de quienes se encuentran su alrededor.
Si se trata de una persona cercana, pueden brindarle su apoyo haciéndole sentir que no está sola. A una niña, niño o adolescente no le den regaños ni castigos, mejor busquen apoyo profesional. He leído que mientras más pronto se trata la tricotilomanía hay mejores pronósticos para su tratamiento, supongo que como en el caso de cualquier otra enfermedad. Si es una persona adulta, acompáñenla, escúchenla si lo desea y respeten su silencio si no se siente preparada hablar. Si no es una persona cercana, sólo por empatía, eviten la burla y la crítica. En ningún caso juzguen, por favor.
Si tú que lees estas líneas arrancas tu pelo, piensa que tienes la fortuna de vivir en una época donde estos medios nos permiten comunicarnos con personas que padecen lo mismo. Piensa, pues, que no estás sola o solo. Quizá por el momento no puedas hablar de lo que te sucede con tus padres, amigos, hermanos, maestros, etcétera, y tampoco conoces personalmente a alguien que tenga la misma necesidad que tú de arrancar su pelo. Pero internet abre un mundo de posibilidades para empezar a hablar y compartir con personas que te comprendan y no te juzguen. Imagina cuántas personas en los siglos pasados padecieron tricotilomanía y murieron después de sufrirla toda una vida en silencio, sin saber que otras tantas padecían lo mismo. También ten presente que la tricotilomanía sólo es una parte de ti y eres mucho más que eso, reconoce tus cualidades y atrévete a mostrarlas al mundo.
Tu pregunta me lleva a una situación en particular .
ResponderEliminarDesde los 12 creo q empeze con esto . En ese momento la única persona q sabía lo q yo hacía era mi mamá .la que siempre me salvaba de esas situaciones .
A mis 16 mi mamá fallece y desde ese momento quede sola con mi problema . No lo conté a nadie más y si necesito aveces a alguien que me salve de mi .