Beatriz nuestra columnista invitada y su trabajo de titulación, orientado al tratamiento de la TTM
La tricotilomanía (para abreviar la solemos llamar trico) me viene acompañando desde que tengo 7 años, lo que empezó siendo un juego sin sentido en el que estiraba de mis pestañas para soplarlas y pedir deseos, acabó convirtiéndose en mi peor pesadilla, de la que he intentado escapar sin resultado durante más de 10 años, en los que he estado estirando del pelo de mi cabeza.
La idea de terminar mi carrera de psicología profundizando en la tricotilomanía llegó en el momento en el que toqué mis límites y me vi ante la necesidad de convertir lo que me estaba destruyendo en una fuente de alimento e inspiración, la necesidad de ayudarme y ayudar a otros/as.
Durante muchos años estuve bajo tratamiento, buscando de múltiples maneras la solución: terapias, fármacos, peluca, tratamientos capilares, remedios caseros… hasta que llegó un punto en que no aguanté más y dejé de buscar. La trico dominaba todos mis pensamientos, todos mis comportamientos, todas mis decisiones, todas mis emociones… Era una completa obsesión que no podía dejar de serlo por el simple hecho de que existía y yo no quería. Me quedé sin esperanzas, me sentía sin energías para luchar contra esto, estaba siendo demasiado duro; con 22 años sentía que había perdido una parte de mi juventud por esta condición y que no tenía futuro, ¿qué podía hacer entonces con lo que otros decían que era una falta de fuerza de voluntad? Era como si hubiera caído en una trampa y nadie más pudiera verlo, ¿cómo hacer entender que necesitaba una ayuda diferente a la que se empeñaban en darme?
Durante los cuatro años de estudios universitarios de psicología siempre mantuve oculta a trico, me avergonzaba sumamente de ella, me daba pánico que alguien se pudiera enterar que hacía esto. Y ahora pienso que a trico “le gusta” que nos avergoncemos de ella, de ese ocultamiento, de la culpa y la vergüenza ella se alimenta, pues una persona que se siente libre y en paz consigo misma no cobija la tensión que hace proliferar a trico.
Recuerdo al comienzo de ir a clase, cómo me sentaba al final del aula para evitar que nadie viera mi cabeza, tras horas en el espejo tratando de ocultar las calvas con dolorosos e incómodos peinados. Un día se nombró a trico en clase, fue en la asignatura de psicopatología, y yo comencé a palpitar de manera nerviosa… una compañera que estaba a mi lado pronunció: “¡Qué asco! ¿Cómo puede alguien hacer eso?”. Se me cayó el mundo encima. Si ni siquiera personas que se están formando para tratar con otras, que como yo necesitamos ayuda psicológica, pueden dejar a un lado los prejuicios, ¿dónde iba a encontrar esperanzas? Ahora veo claro que dentro de mi aula, como en cualquier otra, se hallan personas incompetentes y sin el más mínimo grado de empatía, y que somos nosotras, las personas que vivimos en el lado de lo que llaman “enfermedad mental” las que tenemos que avisar de su estupidez e ignorancia, pues somos responsables si se continúan formando incompetentes profesionales en las universidades y así perjudiciales tratamientos en terapia. Fueron estos pensamientos sobre la necesidad de crear conciencia, de ser parte defensora de mis derechos y necesidad de ayuda, lo que me permitió ir compartiendo poco a poco lo que me pasaba, abriéndome a otras personas, conociendo a toda una comunidad con trico, diluyendo mi culpa hasta que desapareció, como lo ha hecho trico.
Me propuse terminar mi carrera conociendo a nivel académico lo que más conocía a nivel personal, porque me sentía incoherente de estar estudiando para tratar con personas desde el respeto y la compasión que implican el tratamiento psicológico, mientras yo me ocultaba y ocultaba a toda una comunidad de personas que necesita apoyo. Por eso veía necesario realizar este ejercicio de autoafirmación hacia mí misma y además hacerlo visible de algún modo.
Fue una decisión difícil, muy difícil, me adentraba en un mundo en el que cabía la posibilidad de encontrarme con resultados desesperanzadores, que algunos lo fueron al principio, y a mí misma todos los días leyendo y pensando sobre la trico, cuando justamente lo que yo quería era lo contrario, que desapareciera de mi vida. Conforme más sabia de ella, más la trataba como algo ajeno a mí, comencé a ver a trico como una malatía que puede sucederle a cualquier persona y que es mucho más compleja de lo que a priori parece; la culpa se fue diluyendo... Al mismo tiempo, iba leyendo sobre terapias cognitivo-conductuales de 3ª generación con base en Mindfulness que me hacían sentir mejor y alentaban para no luchar contra mi historia con trico.
Desde el comienzo había rechazado cualquier idea de hacer un trabajo basado en la terapia cognitivo-conductual clásica, y aquí he de decir que me encontraba completamente sesgada, pues mi experiencia tras años de tratamiento con esta terapia había sido inútil y muy dolorosa. De manera que quería profundizar sobre alguna intervención que tuviera en cuenta todos los aprendizajes que yo había obtenido durante tantos años de búsqueda personal por estar mejor, y aunque a nivel de comportamiento no habían tenido aún sus resultados, la perspectiva de la aceptación y el compromiso con mis valores era la síntesis de todo este aprendizaje. Por suerte, me encontré con terapias que actualmente trabajan sobre ello y están proliferando.
Tras siete intensos meses de búsqueda exhaustiva, lecturas muy diversas y análisis en profundidad, con varias vaivenes anímicos durante el camino, con el comportamiento aún a mi lado e infinitas dudas sobre a dónde iba a derivar todo esto… iba sintiendo cambios en mi vida, fui integrando la filosofía del mindfulness en mi día a día y percibía que esto tenía sus consecuencias directas sobre trico y otras aspectos de mi vida, sobre mi actitud y manera de “ver la vida”, y que todo se retroalimentaba. Di por finalizado mi trabajo y ya llevaba meses sin contar las veces en que realizaba la conducta, no sabía muy bien cuándo la había hecho, dejé de centrarme en ella y si algún día aparecía no era relevante como para que nada en mí cambiara. Trico había perdido la fuerza de dominio que yo le otorgaba y pienso que esto fue una parte importante para que se fuera.
Hoy no recuerdo cuándo fue la última vez que me arranqué un pelo de mi cabeza, supongo que hace un par de semanas, y que las últimas veces ya eran muy poquitos; no siento necesidad ninguna por hacerlo, ni picor en la cabeza que antes me llamaba a tirar, ni nerviosismo, mis manos no se dirigen a la cabeza y no sé muy bien si se me ve algo de calva cuando estoy por la calle. Realmente me da igual, tengo claro qué cosas quiero en mi vida y este comportamiento, tener o no tener pelo, no me va a impedir alcanzarlas, o cuanto menos caminar hacia ellas.
No sé cómo te puedo ayudar, si esto que estás leyendo te pueda venir bien en algún sentido, si los métodos que yo he empleado te servirán a ti ahora o dentro de un tiempo, o nunca. Pienso que cada persona tenemos una historia, unas características, un camino y que nuestro bienestar va a estar relacionado con esto característico que sólo nosotras conocemos.
Desde mi propia experiencia yo te puedo decir: si conoces a alguien con tricotilomanía, decirle que pare no le va a ayudar, que señalarle con desprecio sus calvas no le va a dar fuerzas para salir a la calle y lucir su sonrisa cada día, que culpabilizarla por arrancarse su pelo, no va a hacer que deje de hacerlo. En cambio, bromea con ella, ayúdala para que olvide por un momento lo que hacen sus manos sin su consentimiento, no le des importancia a cuánto pelo se arrancó hoy o ayer, recuérdale cuán bonita se ve cuando sonríe, qué tan importante es valorar la vida y hacer lo que quiere siempre, que el pelo, que su falta, que lo que los cánones de belleza puedan llamar fealdad, y la psicología trastorno, no le hagan olvidar que está viva y que por ello tiene la oportunidad de hacer lo que quiera y de seguir soñando. Ayúdale para que se trate con amor y deje de pelearse por lo que sólo ella conoce. Demuéstrale que confías en ella, que no importa que tenga trico, que sabes que podrá sentirse bien consigo misma algún día, aunque su pasado no avale esto: transmítele un gesto de fe. Y ahora, conviértete tú en esa persona que te gustaría estuviera a tu lado y te apoyara de esta forma, sólo siendo tu mejor amiga podrás convivir con trico sin sufrimiento y con esperanza.
La idea de terminar mi carrera de psicología profundizando en la tricotilomanía llegó en el momento en el que toqué mis límites y me vi ante la necesidad de convertir lo que me estaba destruyendo en una fuente de alimento e inspiración, la necesidad de ayudarme y ayudar a otros/as.
Durante muchos años estuve bajo tratamiento, buscando de múltiples maneras la solución: terapias, fármacos, peluca, tratamientos capilares, remedios caseros… hasta que llegó un punto en que no aguanté más y dejé de buscar. La trico dominaba todos mis pensamientos, todos mis comportamientos, todas mis decisiones, todas mis emociones… Era una completa obsesión que no podía dejar de serlo por el simple hecho de que existía y yo no quería. Me quedé sin esperanzas, me sentía sin energías para luchar contra esto, estaba siendo demasiado duro; con 22 años sentía que había perdido una parte de mi juventud por esta condición y que no tenía futuro, ¿qué podía hacer entonces con lo que otros decían que era una falta de fuerza de voluntad? Era como si hubiera caído en una trampa y nadie más pudiera verlo, ¿cómo hacer entender que necesitaba una ayuda diferente a la que se empeñaban en darme?
Durante los cuatro años de estudios universitarios de psicología siempre mantuve oculta a trico, me avergonzaba sumamente de ella, me daba pánico que alguien se pudiera enterar que hacía esto. Y ahora pienso que a trico “le gusta” que nos avergoncemos de ella, de ese ocultamiento, de la culpa y la vergüenza ella se alimenta, pues una persona que se siente libre y en paz consigo misma no cobija la tensión que hace proliferar a trico.
Beatriz, el día en que rindió su examen de titulación, defendiendo su trabajo. |
Recuerdo al comienzo de ir a clase, cómo me sentaba al final del aula para evitar que nadie viera mi cabeza, tras horas en el espejo tratando de ocultar las calvas con dolorosos e incómodos peinados. Un día se nombró a trico en clase, fue en la asignatura de psicopatología, y yo comencé a palpitar de manera nerviosa… una compañera que estaba a mi lado pronunció: “¡Qué asco! ¿Cómo puede alguien hacer eso?”. Se me cayó el mundo encima. Si ni siquiera personas que se están formando para tratar con otras, que como yo necesitamos ayuda psicológica, pueden dejar a un lado los prejuicios, ¿dónde iba a encontrar esperanzas? Ahora veo claro que dentro de mi aula, como en cualquier otra, se hallan personas incompetentes y sin el más mínimo grado de empatía, y que somos nosotras, las personas que vivimos en el lado de lo que llaman “enfermedad mental” las que tenemos que avisar de su estupidez e ignorancia, pues somos responsables si se continúan formando incompetentes profesionales en las universidades y así perjudiciales tratamientos en terapia. Fueron estos pensamientos sobre la necesidad de crear conciencia, de ser parte defensora de mis derechos y necesidad de ayuda, lo que me permitió ir compartiendo poco a poco lo que me pasaba, abriéndome a otras personas, conociendo a toda una comunidad con trico, diluyendo mi culpa hasta que desapareció, como lo ha hecho trico.
Me propuse terminar mi carrera conociendo a nivel académico lo que más conocía a nivel personal, porque me sentía incoherente de estar estudiando para tratar con personas desde el respeto y la compasión que implican el tratamiento psicológico, mientras yo me ocultaba y ocultaba a toda una comunidad de personas que necesita apoyo. Por eso veía necesario realizar este ejercicio de autoafirmación hacia mí misma y además hacerlo visible de algún modo.
Fue una decisión difícil, muy difícil, me adentraba en un mundo en el que cabía la posibilidad de encontrarme con resultados desesperanzadores, que algunos lo fueron al principio, y a mí misma todos los días leyendo y pensando sobre la trico, cuando justamente lo que yo quería era lo contrario, que desapareciera de mi vida. Conforme más sabia de ella, más la trataba como algo ajeno a mí, comencé a ver a trico como una malatía que puede sucederle a cualquier persona y que es mucho más compleja de lo que a priori parece; la culpa se fue diluyendo... Al mismo tiempo, iba leyendo sobre terapias cognitivo-conductuales de 3ª generación con base en Mindfulness que me hacían sentir mejor y alentaban para no luchar contra mi historia con trico.
Desde el comienzo había rechazado cualquier idea de hacer un trabajo basado en la terapia cognitivo-conductual clásica, y aquí he de decir que me encontraba completamente sesgada, pues mi experiencia tras años de tratamiento con esta terapia había sido inútil y muy dolorosa. De manera que quería profundizar sobre alguna intervención que tuviera en cuenta todos los aprendizajes que yo había obtenido durante tantos años de búsqueda personal por estar mejor, y aunque a nivel de comportamiento no habían tenido aún sus resultados, la perspectiva de la aceptación y el compromiso con mis valores era la síntesis de todo este aprendizaje. Por suerte, me encontré con terapias que actualmente trabajan sobre ello y están proliferando.
Tras siete intensos meses de búsqueda exhaustiva, lecturas muy diversas y análisis en profundidad, con varias vaivenes anímicos durante el camino, con el comportamiento aún a mi lado e infinitas dudas sobre a dónde iba a derivar todo esto… iba sintiendo cambios en mi vida, fui integrando la filosofía del mindfulness en mi día a día y percibía que esto tenía sus consecuencias directas sobre trico y otras aspectos de mi vida, sobre mi actitud y manera de “ver la vida”, y que todo se retroalimentaba. Di por finalizado mi trabajo y ya llevaba meses sin contar las veces en que realizaba la conducta, no sabía muy bien cuándo la había hecho, dejé de centrarme en ella y si algún día aparecía no era relevante como para que nada en mí cambiara. Trico había perdido la fuerza de dominio que yo le otorgaba y pienso que esto fue una parte importante para que se fuera.
Hoy no recuerdo cuándo fue la última vez que me arranqué un pelo de mi cabeza, supongo que hace un par de semanas, y que las últimas veces ya eran muy poquitos; no siento necesidad ninguna por hacerlo, ni picor en la cabeza que antes me llamaba a tirar, ni nerviosismo, mis manos no se dirigen a la cabeza y no sé muy bien si se me ve algo de calva cuando estoy por la calle. Realmente me da igual, tengo claro qué cosas quiero en mi vida y este comportamiento, tener o no tener pelo, no me va a impedir alcanzarlas, o cuanto menos caminar hacia ellas.
No sé cómo te puedo ayudar, si esto que estás leyendo te pueda venir bien en algún sentido, si los métodos que yo he empleado te servirán a ti ahora o dentro de un tiempo, o nunca. Pienso que cada persona tenemos una historia, unas características, un camino y que nuestro bienestar va a estar relacionado con esto característico que sólo nosotras conocemos.
Desde mi propia experiencia yo te puedo decir: si conoces a alguien con tricotilomanía, decirle que pare no le va a ayudar, que señalarle con desprecio sus calvas no le va a dar fuerzas para salir a la calle y lucir su sonrisa cada día, que culpabilizarla por arrancarse su pelo, no va a hacer que deje de hacerlo. En cambio, bromea con ella, ayúdala para que olvide por un momento lo que hacen sus manos sin su consentimiento, no le des importancia a cuánto pelo se arrancó hoy o ayer, recuérdale cuán bonita se ve cuando sonríe, qué tan importante es valorar la vida y hacer lo que quiere siempre, que el pelo, que su falta, que lo que los cánones de belleza puedan llamar fealdad, y la psicología trastorno, no le hagan olvidar que está viva y que por ello tiene la oportunidad de hacer lo que quiera y de seguir soñando. Ayúdale para que se trate con amor y deje de pelearse por lo que sólo ella conoce. Demuéstrale que confías en ella, que no importa que tenga trico, que sabes que podrá sentirse bien consigo misma algún día, aunque su pasado no avale esto: transmítele un gesto de fe. Y ahora, conviértete tú en esa persona que te gustaría estuviera a tu lado y te apoyara de esta forma, sólo siendo tu mejor amiga podrás convivir con trico sin sufrimiento y con esperanza.
Estas palabras están dirigidas a ti, compañero/a con trico o cualquier otro trastorno o problemática, que conectes con este mensaje gracias a tu experiencia interior.
Este trabajo es de, para y por todas las personas que tenemos trico, porque #Junt@somosmásfuertes.
PARA LEER EL TRABAJO COMPLETO DE BEATRIZ,
INGRESEN AL SIGUIENTE ENLACE: http://tricotilomania.org/
Bea, qué mujer tan hermosa eres. Tu relato no hizo sino que provocarme un sonrisa, además te reiterarme que la ansiedad no tiene por qué controlarnos, más bien darle su cauce como a todo lo que pueda ser un obstáculo en nuestras vidas. Es bueno pues de vez en cuando olvida ese mensaje tan importante: que sí podemos.
ResponderEliminarMe da gusto saber que hay una profesional de la psicología cuya ética es lo que debería ser siempre: el eje del trabajo de todos quienes aspiramos a tener una carrera profesional. Felicidades por tu trabajo, que no sólo fue un requisito para tu título, sino que influyó en tu vida y, que estoy segura, podrá influir en muchas personas en la misma situación. Eso habla mucho de tu constancia y tu nobleza. Muchas gracias.
Voy a darme un tiempo para leer algo sobre lo que mencionaste en tu crónica: la filosofía de Mindfulness y las terapias cognitivo-conductuales de las cuales es su base. No es que vaya a entenderlo pues las bases de mi profesión ni siquiera son ciencias humanas pero quizás algo pueda reflexionar al respecto.
Tus palabras de ánimo y esperanza son precisas y necesarias; se agradecen con sinceridad. Asimismo, muchas gracias también, por supuesto, a Cintia, que te ha brindado el espacio para publicar tu redacción.
Bea, me emociono saber que hay personas perseverantes y amables, dispuestas a ayudar y ayudarse a sí mismas. Deseo mucho éxito en tu vida, tanto personal como profesional (quizás deberías pensar seriamente en dedicarte a la investigación, ok no), que, así como tú, yo también ya voy concluyendo :) En fin, gracias por hacerme partícipe de tu logro. Me provoca una gran felicidad.
Lo que me resta es compartir esta historia. Difundirla para que estas líneas sean el empujón de una o varias personas que necesitan leer sobre esperanza y optimismo. A veces las palabras y el trato, como bien lo dices en este artículo, son más poderosas que cualquier tratamiento.
Me despido; ¡buena vida!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQuerida Blanca, agradezco infinitamente tus palabras, me hace muy feliz ver cómo las palabras que pude componer tras muchas horas de trabajo han podido ser recibidas y asimiladas por otras personas. Compartir este trabajo y que sirviera para otras personas con trico era mi principal objetivo.
ResponderEliminarSoy consciente de la complejidad que puede tener leer en términos de disciplina psicológica para quienes no están habituados a ello, y me alegra sobremanera que esto haya generado en ti el interés por querer saber más, te animo a que investigues y ante cualquier duda cuenta conmigo como fuente de información (sí que me planteo dedicarme a la investigación y a especializarme en ello para tratar y/o gestionar grupos de apoyo, pues pienso que las personas que compartimos trico tenemos una sensibilidad especial que nos permite conectar más con la otra persona y comprender el problema en profundidad. Es algo que me ilusiona mucho, pues supone reconvertir una auténtica pesadilla en un sueño e inspiración... todo a su tiempo).
Yo pienso que cada persona con trico tenemos un camino propio, unas estrategias, una forma de ver a la trico, de convivir o de luchar con o contra ella, y no hay mejor ni peor manera para hacerlo; mas yo reconozco que mi camino está en la búsqueda, en conocerla mejor, en que no sea mi enemiga; y esta intuición fue la que me motivó a conducir este final de carrera en nuevos enfoques de tratamientos muy poco investigados, y que en mí han tenido sus frutos. Desconozco si para otras personas serán estos pasos también acertados, sí que he hablado con varias personas que manifiestan la importancia de la aceptación y el buen trato para consigo en su mejoría, sin luchar contra trico como si fuera su enemiga.
Esto es un ensayo y error, y ahora que me siento tan libre interior y externamente con respecto a la trico, deseo continuar conociendo, experimentando con mi propia historia, compartiendo con otras personas, y sobre todo, demandar lo que todas las personas merecemos: un trato respetuoso y digno, y ese empieza por el trato que nosotras nos damos a nosotras mismas. Deseo que toda persona con trico se trate con amor, que no se fustigue ni padezca un sufrimiento potencialmente desolador que puede derivar en graves afectaciones psicológicas, y que se puede evitar si estamos ahí el resto sirviendo de apoyo y como cauce de normalización.
Blanca, gracias por estar ahí, por motivarme a escribir estas líneas en respuesta a tu lindo y sincero mensaje. Eres una mujer, como todas las que he conocido que abanderan el movimiento de concientización sobre la trico, fuerte y noble, valiente y con una extraordinaria empatía. Gracias por tu iniciativa y valor para ayudar a otras personas, entre las que me incluyo. El no haberme visto sola en el camino me ha traído hasta aquí, y hace que éste sea más ligero y agradable :)
¡Buena vida y buen trato!
Es lindo que hables desde un lado completamente opuesto al que estoy , sos como el 'después' de un 'antes' muy doloroso ... Logre estar un mes sin tocarme un pelo y recaí hace tres días , fue un golpe muy duro y hace 48 horas que no paro de mutilar mi cabeza ... me duele admitir que una parte fue consciente . Esa parte de mi que es egoísta e impaciente , que quiere el pelo crecido YA! ahora . Como hago para esperar Y no DESESPERAR en el intento ? Lo peor es que mi lucha es con mi fuerza de voluntad (que se fugo hace tiempo) , no con el entendimiento (me importa un bledo los demás) ... Algun consejo?
ResponderEliminarHola Louisa! Siento mucho el retraso en que te respondo, recién leí tu comentario. Me alegra que de alguna manera mis palabras te hayan hecho experimentar algo lindo, quizás esperanzador... Desde que escribí eso ha pasado casi un año y he pasado por una recaída muy fuerte, he seguido tirando de mi pelo, pero no sufro como antes pensando si lo he hecho o no. Tener trico, arrancarse pelo sin querer hacerlo, en sí mismo es muy doloroso, pero además luchar contra ello puede hacer de nuestra vida un infierno. Lo que te quiero decir, y lo que trataba de transmitir de alguna manera en el escrito que leíste hace un año, es que dejar de prestar tanta atención a la trico y no avergonzarme de ella me ha ayudado a tener más paz y menos lucha en mi vida, a no evitar hacer cosas o ir a lugares que antes evitaba. Mi esperanza está puesta en mejorar con la trico, pero ante todo en estar bien conmigo misma. La trico es una conducta repetitiva que es importante aprender a gestionar mediante técnicas de conducta, pero también es un síntoma que nos puede estar hablando de nuestro malestar interno. Yo pienso que la trico es una parte más de nosotras, no lo es todo, y que nuestra tarea reside en buscar qué función tiene en nuestra vida y aprender a no ponerla como excusa para seguir lamentándonos. Pienso que la trico, arrancarse el pelo en sí mismo, no se trata de fuerza de voluntad, sino qué decides tú hacer con la trico: que nos invalide y la tengamos como excusa para estar mal o que sea un evento más de nuestra experiencia de vida. A partir de ahí, de no prestarle tanta atención/energías, pienso que es más fácil empezar a trabajar en que desaparezca...
EliminarInfinitas Gracias... Es justo hoy, cuando precisaba leerte. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por leerme y compartirlo. Estamos juntas de alguna manera :)
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