Tengo una recaída

Como tantos otros, hoy tengo una recaída. Otra vez me encuentro buscando los momentos ideales para tirar sin que nadie me vea. Aunque ya hablé con mi familia, aunque les expliqué de qué se trata esto, aunque ellos no van a juzgarme ni decirme nada. No quiero que me vean hacerlo, no quiero que vean cuánto necesito hacerlo.
Y vuelvo a verme como hace cinco años atrás y es que durante ese tiempo no he tocado mi pelo. Pero ahora la ansiedad vuelve y el impulso está presente, como si nunca se hubiesen ido, con vigor, sin detenerse. El trabajo es lento, detallista y doloroso. Elijo, selecciono… como antes, también ahora puedo encontrar aquel pelo que sé que me dará placer arrancar, y viene la necesidad, otra vez, la energía está acumulada en mi mano… Veo el pelo recién arrancado. De verdad era el más grueso que pude haber encontrado… va a parar al piso y mi mano otra vez a mi cabeza, a frotar con la yema de los dedos aquel lugar vacío.
Ya es un hecho: la Tricotilomanía ha vuelto a mi vida y está conmigo como si nunca se hubiese ido. Sé que los que tienen esta enfermedad podrán entenderme perfectamente, pero este relato no es sólo para ellos, sino para todos los que conozcan a alguien con el trastorno. Ninguno de nosotros desea lastimarse, darse dolor, rechazarse ante el espejo. Es una situación dolorosa, aunque me atrevería a decir que hay algo que duele más; el puñal más grande es el ocultamiento, el tener que peinarse diferente cada día, el retraerse a algún lugar solitario donde se pueda descargar sin acusaciones.
Voy hacia el espejo y me miro, me detengo unos segundos, perdiendo la mirada en ese lugar sin pelo. Reacciono, vuelvo a la realidad, me digo “algo tengo que hacer”. Me peino hasta dejarme el pelo tirante, me lo suelto, me lo humedezco, me pongo una gorra. Nada de eso funcionó antes, ¿por qué debería esperar resultados esta vez?
Me detengo unos segundo a meditar el por qué. Busco en mi interior aquello que puede estar generándome tanta ansiedad, empiezo a preguntarme por qué esa ansiedad otra vez está fuera de control. Salir a caminar, pasar tiempo al aire libre, encontrarme con amigos, dejar de mirar la TV o estar con la compu… nada de eso es suficiente. La ansiedad permanece aquí y se acumula en mi mano.
Vuelvo a mirar hacia adentro, a preguntarme y a responderme a mí misma, a sincerarme. Ahora encuentro los problemas que me agobian, también encuentro las soluciones; soluciones que van a llevar tiempo, y lamentablemente (o afortunadamente) ese será el mismo tiempo que estaré tirando de mi pelo.
Sé que esto requiere paciencia, sé que no estoy sola, que mis seres queridos lo comprenden y me apoyan, ya sé que puedo pedir ayuda profesional cuando lo crea conveniente.
Vuelvo a mirarme en el espejo, ahora más segura, mas fuerte y, por qué no, más sabia. Entonces me doy cuenta de algo: he descubierto una diferencia importante entre la Tricotilomanía de ahora y la anterior, algo que sé, me va a tener de pie para seguir apreciando la belleza de la vida, a pesar de esta situación. Todo se resuelve en una simple frase y la digo en voz alta: “La diferencia es que esta vez sé que se va a ir”

La administradora de Tricotilomanía - Argentina

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